jueves, 17 de noviembre de 2011

ACOSTUMBRAR A SU MASCOTA A USAR EL TRANSPORTÍN

Empezaremos por algo muy práctico.
El Transportín proporciona a su mascota no solo un medio de transporte, sino también un lugar tranquilo, cómodo, seguro y de uso exclusivo. Este lugar le servirá para retirarse cuando quiera estar tranquilo como por ejemplo cuando tenga visitas en casa, o cuando haya mucho ruido en la calle, o cuando vayan a dejar al perro solo. Si es acostumbrado desde pequeño, el perro se podrá quedar dentro del transportín cuando se quede solo y evitaremos los errores de eliminación, y le proporcionaremos un lugar donde quedarse sin que se ponga nervioso. Los pasos para Enseñar a su Mascota a Usar el Transportín son:
1. Adquirir un transportín. El ideal es aquel en el que el perro puede estar de pie sin  tocar el techo, tumbarse y estirar sus patas cómodamente y darse la vuelta sin problemas.
2. Adaptación. Llevamos el transportín a casa, debemos ponerlo con la puerta abierta en algún sitio donde el animal esté habitualmente con la familia, por ejemplo el salón o la cocina. Al  principio siempre lo pondremos en el mismo sitio, para más adelante ir trasladándolo a otras partes de la casa. Permitiremos al perro que se familiarice con él. Si voluntariamente decide entrar en él, podemos usar algún premio comestible que le guste mucho para que lo asocie con algo positivo. Para ayudarle en los primeros pasos, después del primer contacto podemos poner su cama dentro del transportín. Así será más fácil que el animal se anime a entrar. También es muy conveniente empezar a dar de comer al perro dentro del transportín. Inicialmente, lo haremos poniendo su comedero dentro y dejando la puerta abierta, de forma que no asocie el momento de la comida con quedarse encerrado.
3. Progresión. Realizada la adaptación deberemos empezar a dejar al perro dentro del transportín con la puerta cerrada durante periodos de tiempo progresivamente más largos. Para ello, además de su cama podemos ponerle dentro algún juguete que le distraiga mucho. Uno de los mejores es el “Kong”. Este juguete es una especie de pera de goma, hueco y dentro del cual se puede introducir comida que el animal debe ir sacando poco a poco. Se puede rellenar con arroz muy cocido con pollo o con alguna bola de pienso, trozos de salchicha y queso para untar, etc. En Internet pueden encontrarse innumerables recetas para rellenar el Kong.
Las primeras veces que dejemos encerrado al perro en el transportín debe hacerse, como hemos visto al principio, en el lugar donde esté la familia para que no se sienta aislado y separado de sus dueños. Por ejemplo, en el salón mientras se está viendo la tele o en la cocina mientras se prepara la comida. Empezaremos por periodos de tiempo bastante cortos, de unos cinco o diez minutos como máximo, los cuales pueden realizarse dos o tres veces al día. Durante estos periodos no debemos prestar atención al perro, especialmente si llorase o tratase de llamar nuestra atención. Abriremos la puerta y lo dejaremos salir, pero ignorándolo completamente, de esta manera, el perro no asociará su “liberación” con prestarle la atención que tanto le gusta.
Progresivamente iremos aumentando el tiempo que el animal se queda encerrado dentro del transportín. Sin embargo, este incremento no debe hacerse de forma absolutamente lineal, es decir, 5’, 10’, 20’, 30’ 45’, etc. Debemos ir aumentando el tiempo de forma general pero intercalando periodos durante los cuales el perro permanezca menos tiempo encerrado en el transportín. Por ejemplo, 5’, 10’, 20’, 5’, 30’, 10’, 45’, 5’, 30’, 60’, 15’, etc. Así, el perro no temerá que se le vaya a dejar encerrado para siempre.
Una vez que el perro tolere estar encerrado aproximadamente una hora sin problemas, podemos empezar a dejarle encerrado por tiempos más largos pero idealmente sin superar nunca las cuatro horas seguidas de encierro.
La progresión en el proceso ha de hacerse siguiendo el ritmo que nos marque cada perro, no debemos forzar las situaciones. Con unos perros podremos ir más rápido y con otros tendremos que avanzar más despacio. Si el perro acaba por no tolerar el transportín, no lo podremos usar más adelante.
Por desgracia, los mecanismos de aprendizaje del perro dejan muy poco margen a la equivocación. En otras palabras, si cumplimos una norma 99 veces bien y una mal, el efecto de esta última puede reducir mucho, casi por completo la eficacia global del tratamiento.

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